sábado, 10 de mayo de 2014

7. Hagan juego

Ludópatas, drogadictos, alcohólicos, ninfómanas y otros muchos tipos de adictos se someten cada año a terapias, tratamientos, incluso ingresan en clínicas, con un solo objetivo imprescindible para continuar con sus vidas; desengancharse. Vicios distintos, procesos similares. Hace varios meses ya que empecé mi desintoxicación de Coque, y aún así, su fantasma me ronda cada noche, porque le odio pero le quiero a la vez, por su salvaje dulzura, por sus besos, que queman pero enganchan. Encontrármelo es mi mayor miedo y al mismo tiempo mi mas intenso deseo. A los alcohólicos les dan una chapa por superar periodos sin beber, a mi nadie me ha dado nada, y estoy que me muero de sed. Sed de él.
Tarde de sábado. Tarde de lluvia. Tarde de melancolía. Llame a Jaime pero no me cogió. Me conformé con la compañía de mi otro mejor amigo, con el que hace semanas que tengo una relación estable, su nombre es Cabernet Sauvignon, tiene buen cuerpo, siempre está ahí cuando le necesito pero debo reconocer que no da los mejores consejos, y hoy no iba a ser una excepción. Dos copas y un programa de cocina despues agarré mi móvil y marqué esos nueve dígitos prohibidos mientras las manos me temblaban, los dedos me sudaban y la respiración se aceleraba al mismo ritmo que el corazón. Una llamada entrante de Jaime me salvó del gesto desesperado. No es que no quiera mentirle, que yo lo intento, es que con él nunca cuela. Una vez reconocidas mis intenciones, procedí al chantaje:
-         Está bien, no le llamo, pero con una condición.
-         ¿Cuál?
-         Ven conmigo.
-         ¿A dónde?
-         A un sitio.
-         ¿A qué sitio?
-         A Torrelodones.- dije entre dientes esperándome una negativa.
-         Vale pequeña.
-         ¡Genial!
Me levanté de un salto y cambié el canal de cocina por la Kiss Tv. Lo bueno de que quien te ayude a desintoxicarte sea un amigo y no un profesional es que te deja sustituir un vicio por otro.
Hay vestidos que una va acumulando y nunca puede ponerse porque antes de salir de casa oye la voz de su madre. Esos vestidos alteran el orden público, van contra el código civil y solo tienen una eximente; se llama casino. Me enfundé en un metro cuadrado de seda salvaje amarillo mostaza, con el escote hasta el ombligo y la cartera llena.
Intenté convencer a Vega y Blanca para que viniesen, Vega quería pasar una velada romántica con su novio y Blanca tenía el móvil apagado, había ido a comer con su padre que estaba de visita, así que Vega me dió móvil de éste. Blanca estaba muy disgustada porque llevaban todo el día discutiendo, así que no insistí. Cosas de familia.
Jaime me recogió en su clásico descapotable. Hablar de un hombre como un accesorio es una actitud inmadura y superficial, pero en tal caso Jaime sería un 2.55, clásico e innovador, desenfadado pero de lujo. Atravesamos Madrid a toda velocidad y mi amigo no redujo hasta que mi corazón se aceleró al llegar al luminoso de carros y leones que adorna la fachada de la mayor casa del juego de la capital.
Sonidos tintineantes, luces intermitentes, vestidos destellantes y chinos muy concentrados. Me dirigí entusiasmada hacia la ruleta, no sin antes haber pedido un vodka Martini. Un ruso enorme con camisa estampada de satén y cadena de oro y una barbie malibú apostaban a lo loco la pensión anual de la mas afortunada de nuestras abuelas. Aposté unas fichas al color contrario. No tengo base científica para mi teoría, pero pienso que, si la banca siempre gana, a la banca le interesará la casilla contraria a la de sr. Y sra. Ruski.  Con mi estúpida teoría me saqué sesenta euros y me fui orgullosa a jugarlos a la sala de poker, mientras los ruski pedían mas Don Perignon, ajenos a los designios de la ruleta.
Estaba en uno de mis lugares favoritos de Madrid, con una de mis personas favoritas del mundo y aun asi no era capaz de disfrutar. Coque seguía en mi cabeza día y noche, recordándome que tal vez había cometido un error. Recordándome una verdad indiscutible, que por mucho que supiese que tenía que haber alguien mejor para mí, si de algo tenía certeza absoluta es de que nunca sentiría por nadie lo que sentía por él. Esos cosquilleos, esa ilusión, esas paradas respiratorias, esa necesidad, y esa incomparable satisfacción con sólo verle. Coque había sido esa pareja de ases que te obliga al All in.
Seguí inmersa en mis pensamientos mientras el crupier se llevaba, mano tras mano, las ciegas de cada una de mis partidas. Así es el poker, por esas dos cartas iniciales pagas, sin tener ni idea de lo que viene luego, exactamente igual que en el amor, los grandes jugadores pueden, a partir de ellas, sacar un porcentaje de posibilidades de éxito. Pueden también, observando a sus oponentes, reaccionar en base a lo que ellos manifiestan, porque conocen sus hábitos y sus faroles. Yo no era una gran profesional así que decidí guiarme por el corazón. Y empecé a ganar, es una sensación  maravillosa. Hay algo en mi cerebro que hace que las manos ganadas pesen mucho mas que las perdidas, así en poco tiempo me quedé a cero y sin embargo, con sensación de vencedora, ya no me guiaba por el corazón, ahora me guiaba por el hígado, había perdido la cuenta del dinero y de las copas, y el cajero servired a dos metros de mí se convirtió en mi cómplice.
 Jaime se había quedado enganchado al black jack mientras un japonés de buen ver le pagaba las bebidas y Coque no me dejaba ver las cartas. Solo podía pensar en él. Solo quería levantarme de esa mesa y acabar la llamada que había empezado esa tarde, pero justo antes de que lo hiciera me llegaron dos ases. Esa es la mano que hace que quieras apostarlo todo, sin perjuicio de lo que salga despues. Aposté solo la mitad, cruzando los dedos para que alguien me siguiese, un rapero con auriculares y gorra me igualó dudoso, llegamos al river, y yo poker de ases, y Eminem parecía seguro, ¿tendría escalera? ¿color? Era arriesgado, pero un poker de ases es como que se plante Ashton Kutcher en la puerta de tu casa, ¿puede haber algo mejor? Sí, pero no creo que me lo encuentre en la vida… Me lancé con cien euros mas, frotándome las manos. Eminem hizo all in. Podía tener escalera de color. Me retiré. Eminem sonrió, me miró, y enseñó sus cartas divertido. Pareja de cincos.  
Una vez mas, me había dejado llevar entusiasmada por esas dos cartas que son la primera impresión, igual que con Coque, una vez había hecho mi gran apuesta a ciegas. Una vez mas me habían colado un farol por toda la escuadra porque me había dejado llevar por el corazón. Una vez mas, había perdido. Jaime me rescató antes de que perdiese lo poco que me quedaba.
De camino a casa no podía evitar envidiar a mi amigo.
-         Jaime, ¿Cómo lo haces?
-         ¿El qué?
-         ¿Cómo consigues hacer borrón y cuenta nueva? ¿Olvidarte de alguien? ¿Cómo haces para no perder?
-         Laura, quien juega siempre pierde. Tambien gana. Pero siempre acaba perdiendo. ¿Sabes quien gana siempre?
-         ¿Quién? ¿Coque? Dije con una risa que pretendía compadecerse de mí misma.
-         No. La banca. La banca siempre gana porque saca algo de cada partida. Así es como tienes que vivir. No intentes ganar la partida, intenta llevarte algo de ella.
-         ¿Algo? Yo quiero llevármelo todo.
-         Y así es como piensa el perdedor. Porque la avaricia rompe el saco, y en el juego, como en el amor, siempre pierde el que quiere mas.
-         Que sabio eres.
-         Que tonta eres.
-         Jo. Que mierda todo.
-         No digas eso. La noche aún no ha acabado. Bájate.
Jorge no me llevó a casa, sino al Honky Tonk. Es un bar de Madrid que abre siempre hasta las cinco y que pone lo mejor del rock. Nos pegamos a la barra y el tequila empezó a hacer sus efectos. Pedirle al dj de un sitio así que ponga algo de Bisbal no tiene precio. Te miran como si fueses a un vegetariano a pedir carne de perro.
A partir de entonces lo tengo todo nublado. Al día siguiente me desperté con esa agria incógnita de "¿Qué coño hice ayer?" que te hace replantearte tu dignidad. Por lo menos hoy en día todos tenemos un amigo íntimo que te ayuda a reconstruir la noche. El mío se llama I-phone y lo trato peor de lo que merece.
Dios mío. Tenía una conversación de whatsapp. A las cuatro de la mañana. La leí una y otra vez totalmente incrédula y paralizada. Recordaba un hombre alto que besaba bien. Recordaba que me gustaba. Recordaba euforia. No sabía quien era y no quería creer lo que me decían las i-pruebas.
Whatsapp(4:40 am):
Diego: Tenías que haberme dejado llevarte a casa…
Laura: no entrndo? Porek me ivbas a llevar a casa¿ estbve cnoutgo-¿
Diego: Ya no te acuerdas de mí?
Laura: Blaca? No  no entnerndo.
Diego: blaca? Soy Diego. No te acuerdas de mis besos?
Laura: queeE?¿E nomentiendo q besos?
Diego: Hoy… en Honky Tonk…
Tenía el número grabado pero mis ojos no querían creerlo. Decía “Blanca padre móvil”. ¿El chico alto de besos dulces era el padre de Blanca? Dios mío, ¿Qué había hecho? Llame a Jaime. Me dijo que cuando me quiso llevar a casa le dije que no me iba sin mi jackpot, y que me fui como una loca a bailar encima de una tarima. No sabía mas. Normalmente estaría metiendo la cabeza debajo de la almohada avergonzada por haberme liado con un hombre que podría ser mi padre. Hoy quería meter la cabeza debajo del suelo como un avestruz. ¿Se lo decía a Blanca? ¿Fingía mi muerte y me mudaba a otro continente? ¿Tendría esta locura algo que ver con la discusión entre Blanca y su padre? Tenía que hablar con él.
Laura: Hola. Perdona. Ayer no iba muy lúcida…
Diego: Ya.. Insistí en llevarte a casa pero no me dejaste.
Laura: podrías refrescarme la memoria…
Diego: pues yo estaba bailando en la tarima y te subiste, te acercaste, me cogiste la copa, te la bebiste de un trago y me diste un beso…
Laura: y tu que hiciste?
Diego: Devolvértelo…
Laura: No pasó nada mas?
Diego: no… todavía no… bueno, en la tarima insistías mucho en que me quitase la camisa, que me daba calor jajaja pero no pasó de ahí.
Laura: Lo siento, ayer no era dueña de mis actos. Por favor, hagamos como que no ha pasado nada, si se entera Blanca o tu mujer me muero…
Diego: ¿Qué Blanca? ¿Qué mujer?
Laura: tu hija… y la madre de tu hija…
Diego: Te estás confundiendo. Yo no tengo ninguna mujer ni ninguna hija.
Laura: ¿Cómo que no? Si me pasó ayer este número Vega.
Diego: No se quien es Vega… Y mi número te lo dí yo.
Dí un salto de alegría. Menos mal. Gracias a dios. En mi embriaguez había seleccionado añadir a contacto existente en lugar de nuevo contacto y lo añadí al último número que había usado, el padre de Blanca.
Laura: dios mio. Pensarás que estoy loca. Me confundí al grabarte y pensaba que eras el padre de una amiga… no daba crédito…
Diego: jajaja, pero de tan poco te acuerdas? Tengo 26 años no creo que pueda tener hijas de tu edad…
Laura: es que además de foto de perfil tienes el escudo del real Madrid, todo coincidía.
Diego: jajajajaj. A ver, que te refresco la memoria.
Me mandó una foto y los recuerdos empezaban a volverse mas claros. Era alto y con cara de chico dulce.  Empezamos a hablar. Parecía agradable. Era mono. Era cómo una pareja de dieces, de entrada no creía que fuese a ser una mano vencedora, no me cortaba la respiración, pero era apetecible jugar la partida. No sentía ganas de hacer un all in. No esta vez. No era momento de intentar adivinar las cartas que lleva el otro. No tenía ganas de leer entre faroles. No pensaba hacer grandes apuestas a ciegas. Ahora quería ser la banca. Jugar cada partida como jugador y espectador al mismo tiempo, llevarme algo de cada mano. Quedamos para el miércoles. Quería ver el resto de las cartas. Hagan juego señores.