Ludópatas, drogadictos, alcohólicos, ninfómanas y otros
muchos tipos de adictos se someten cada año a terapias, tratamientos, incluso
ingresan en clínicas, con un solo objetivo imprescindible para continuar con
sus vidas; desengancharse. Vicios distintos, procesos similares. Hace varios
meses ya que empecé mi desintoxicación de Coque, y aún así, su fantasma me
ronda cada noche, porque le odio pero le quiero a la vez, por su salvaje
dulzura, por sus besos, que queman pero enganchan. Encontrármelo es mi mayor
miedo y al mismo tiempo mi mas intenso deseo. A los alcohólicos les dan una
chapa por superar periodos sin beber, a mi nadie me ha dado nada, y estoy que
me muero de sed. Sed de él.
Tarde de sábado. Tarde de lluvia. Tarde de melancolía. Llame
a Jaime pero no me cogió. Me conformé con la compañía de mi otro mejor amigo,
con el que hace semanas que tengo una relación estable, su nombre es Cabernet
Sauvignon, tiene buen cuerpo, siempre está ahí cuando le necesito pero debo reconocer que no da
los mejores consejos, y hoy no iba a ser una excepción. Dos copas y un programa
de cocina despues agarré mi móvil y marqué esos nueve dígitos prohibidos
mientras las manos me temblaban, los dedos me sudaban y la respiración se
aceleraba al mismo ritmo que el corazón. Una llamada entrante de Jaime me salvó
del gesto desesperado. No es que no quiera mentirle, que yo lo intento, es que
con él nunca cuela. Una vez reconocidas mis intenciones, procedí al chantaje:
-
Está bien, no le llamo, pero con una condición.
-
¿Cuál?
-
Ven conmigo.
-
¿A dónde?
-
A un sitio.
-
¿A qué sitio?
-
A Torrelodones.- dije entre dientes esperándome
una negativa.
-
Vale pequeña.
-
¡Genial!
Me levanté de un salto y cambié el canal de cocina por la
Kiss Tv. Lo bueno de que quien te ayude a desintoxicarte sea un amigo y no un
profesional es que te deja sustituir un vicio por otro.
Hay vestidos que una va acumulando y nunca puede ponerse
porque antes de salir de casa oye la voz de su madre. Esos vestidos alteran el orden público, van contra
el código civil y solo tienen una eximente; se llama casino. Me enfundé en un
metro cuadrado de seda salvaje amarillo mostaza, con el escote hasta el ombligo
y la cartera llena.
Intenté convencer a Vega y Blanca para que viniesen, Vega
quería pasar una velada romántica con su novio y Blanca tenía el móvil apagado,
había ido a comer con su padre que estaba de visita, así que Vega me dió móvil
de éste. Blanca estaba muy disgustada porque llevaban todo el día discutiendo,
así que no insistí. Cosas de familia.
Jaime me recogió en su clásico descapotable. Hablar de un
hombre como un accesorio es una actitud inmadura y superficial, pero en tal
caso Jaime sería un 2.55, clásico e innovador, desenfadado pero de lujo.
Atravesamos Madrid a toda velocidad y mi amigo no redujo hasta que mi corazón
se aceleró al llegar al luminoso de carros y leones que adorna la fachada de la
mayor casa del juego de la capital.
Sonidos tintineantes, luces intermitentes, vestidos destellantes
y chinos muy concentrados. Me dirigí entusiasmada hacia la ruleta, no sin antes
haber pedido un vodka Martini. Un ruso enorme con camisa estampada de satén y
cadena de oro y una barbie malibú apostaban a lo loco la pensión anual de la
mas afortunada de nuestras abuelas. Aposté unas fichas al color contrario. No
tengo base científica para mi teoría, pero pienso que, si la banca siempre
gana, a la banca le interesará la casilla contraria a la de sr. Y sra.
Ruski. Con mi estúpida teoría me saqué
sesenta euros y me fui orgullosa a jugarlos a la sala de poker, mientras los
ruski pedían mas Don Perignon, ajenos a los designios de la ruleta.
Estaba en uno de mis lugares favoritos de Madrid, con una de
mis personas favoritas del mundo y aun asi no era capaz de disfrutar. Coque
seguía en mi cabeza día y noche, recordándome que tal vez había cometido un
error. Recordándome una verdad indiscutible, que por mucho que supiese que
tenía que haber alguien mejor para mí, si de algo tenía certeza absoluta es de
que nunca sentiría por nadie lo que sentía por él. Esos cosquilleos, esa
ilusión, esas paradas respiratorias, esa necesidad, y esa incomparable
satisfacción con sólo verle. Coque había sido esa pareja de ases que te obliga al All in.
Seguí inmersa en mis pensamientos mientras el crupier se
llevaba, mano tras mano, las ciegas de cada una de mis partidas. Así es el
poker, por esas dos cartas iniciales pagas, sin tener ni idea de lo que viene
luego, exactamente igual que en el amor, los grandes jugadores pueden, a partir de ellas, sacar un porcentaje de
posibilidades de éxito. Pueden también, observando a sus oponentes, reaccionar
en base a lo que ellos manifiestan, porque conocen sus hábitos y sus faroles.
Yo no era una gran profesional así que decidí guiarme por el corazón. Y
empecé a ganar, es una sensación
maravillosa. Hay algo en mi cerebro que hace que las manos ganadas pesen
mucho mas que las perdidas, así en poco tiempo me quedé a cero y sin embargo,
con sensación de vencedora, ya no me guiaba por el corazón, ahora me guiaba por
el hígado, había perdido la cuenta del dinero y de las copas, y el cajero
servired a dos metros de mí se convirtió en mi cómplice.
Jaime se había
quedado enganchado al black jack mientras un japonés de buen ver le pagaba las
bebidas y Coque no me dejaba ver las cartas. Solo podía pensar en él. Solo quería
levantarme de esa mesa y acabar la llamada que había empezado esa tarde, pero justo
antes de que lo hiciera me llegaron dos ases. Esa es la mano que hace que
quieras apostarlo todo, sin perjuicio de lo que salga despues. Aposté solo la
mitad, cruzando los dedos para que alguien me siguiese, un rapero con
auriculares y gorra me igualó dudoso, llegamos al river, y yo poker de ases, y Eminem parecía seguro, ¿tendría escalera? ¿color? Era arriesgado, pero un poker
de ases es como que se plante Ashton Kutcher en la puerta de tu casa, ¿puede
haber algo mejor? Sí, pero no creo que me lo encuentre en la vida… Me lancé con
cien euros mas, frotándome las manos. Eminem hizo all in. Podía tener escalera
de color. Me retiré. Eminem sonrió, me miró, y enseñó sus cartas divertido. Pareja
de cincos.
Una vez mas, me había dejado llevar entusiasmada por esas
dos cartas que son la primera impresión, igual que con Coque, una vez había
hecho mi gran apuesta a ciegas. Una vez mas me habían colado un farol por toda
la escuadra porque me había dejado llevar por el corazón. Una vez mas, había perdido. Jaime me rescató antes de que perdiese
lo poco que me quedaba.
De camino a casa no podía evitar envidiar a mi amigo.
-
Jaime, ¿Cómo lo haces?
-
¿El qué?
-
¿Cómo consigues hacer borrón y cuenta nueva?
¿Olvidarte de alguien? ¿Cómo haces para no perder?
-
Laura, quien juega siempre pierde. Tambien gana.
Pero siempre acaba perdiendo. ¿Sabes quien gana siempre?
-
¿Quién? ¿Coque? Dije con una risa que pretendía
compadecerse de mí misma.
-
No. La banca. La banca siempre gana porque saca
algo de cada partida. Así es como tienes que vivir. No intentes ganar la
partida, intenta llevarte algo de ella.
-
¿Algo? Yo quiero llevármelo todo.
-
Y así es como piensa el perdedor. Porque la
avaricia rompe el saco, y en el juego, como en el amor, siempre pierde el que
quiere mas.
-
Que sabio eres.
-
Que tonta eres.
-
Jo. Que mierda todo.
-
No digas eso. La noche aún no ha acabado.
Bájate.
Jorge no me llevó a casa, sino al Honky Tonk. Es un bar de
Madrid que abre siempre hasta las cinco y que pone lo mejor del rock. Nos
pegamos a la barra y el tequila empezó a hacer sus efectos. Pedirle al dj de un
sitio así que ponga algo de Bisbal no tiene precio. Te miran como si fueses a
un vegetariano a pedir carne de perro.
A partir de entonces lo tengo todo nublado. Al día siguiente
me desperté con esa agria incógnita de "¿Qué coño hice ayer?" que te hace
replantearte tu dignidad. Por lo menos hoy en día todos tenemos un amigo íntimo
que te ayuda a reconstruir la noche. El mío se llama I-phone y lo trato peor de
lo que merece.
Dios mío. Tenía una conversación de whatsapp. A las cuatro
de la mañana. La leí una y otra vez totalmente incrédula y paralizada.
Recordaba un hombre alto que besaba bien. Recordaba que me gustaba. Recordaba
euforia. No sabía quien era y no quería creer lo que me decían las i-pruebas.
Whatsapp(4:40 am):
Diego: Tenías que haberme dejado llevarte a casa…
Laura: no entrndo? Porek me ivbas a llevar a casa¿ estbve
cnoutgo-¿
Diego: Ya no te acuerdas de mí?
Laura: Blaca? No no
entnerndo.
Diego: blaca? Soy Diego. No te acuerdas de mis besos?
Laura: queeE?¿E nomentiendo q besos?
Diego: Hoy… en Honky Tonk…
Tenía el número grabado pero mis ojos no querían creerlo.
Decía “Blanca padre móvil”. ¿El chico alto de besos dulces era el padre de
Blanca? Dios mío, ¿Qué había hecho? Llame a Jaime. Me dijo que cuando me quiso
llevar a casa le dije que no me iba sin mi jackpot, y que me fui como una loca
a bailar encima de una tarima. No sabía mas. Normalmente estaría metiendo la
cabeza debajo de la almohada avergonzada por haberme liado con un hombre que
podría ser mi padre. Hoy quería meter la cabeza debajo del suelo como un
avestruz. ¿Se lo decía a Blanca? ¿Fingía mi muerte y me mudaba a otro
continente? ¿Tendría esta locura algo que ver con la discusión entre Blanca y
su padre? Tenía que hablar con él.
Laura: Hola. Perdona. Ayer no iba muy lúcida…
Diego: Ya.. Insistí en llevarte a casa pero no me dejaste.
Laura: podrías refrescarme la memoria…
Diego: pues yo estaba bailando en la tarima y te subiste, te
acercaste, me cogiste la copa, te la bebiste de un trago y me diste un beso…
Laura: y tu que hiciste?
Diego: Devolvértelo…
Laura: No pasó nada mas?
Diego: no… todavía no… bueno, en la tarima insistías mucho
en que me quitase la camisa, que me daba calor jajaja pero no pasó de ahí.
Laura: Lo siento, ayer no era dueña de mis actos. Por favor,
hagamos como que no ha pasado nada, si se entera Blanca o tu mujer me muero…
Diego: ¿Qué Blanca? ¿Qué mujer?
Laura: tu hija… y la madre de tu hija…
Diego: Te estás confundiendo. Yo no tengo ninguna mujer ni
ninguna hija.
Laura: ¿Cómo que no? Si me pasó ayer este número Vega.
Diego: No se quien es Vega… Y mi número te lo dí yo.
Dí un salto de alegría. Menos mal. Gracias a dios. En mi
embriaguez había seleccionado añadir a contacto existente en lugar de nuevo
contacto y lo añadí al último número que había usado, el padre de Blanca.
Laura: dios mio. Pensarás que estoy loca. Me confundí al
grabarte y pensaba que eras el padre de una amiga… no daba crédito…
Diego: jajaja, pero de tan poco te acuerdas? Tengo 26 años
no creo que pueda tener hijas de tu edad…
Laura: es que además de foto de perfil tienes el escudo del
real Madrid, todo coincidía.
Diego: jajajajaj. A ver, que te refresco la memoria.
Me mandó una foto y los recuerdos empezaban a volverse mas
claros. Era alto y con cara de chico dulce.
Empezamos a hablar. Parecía agradable. Era mono. Era cómo una pareja de dieces, de entrada no creía que fuese a ser una mano vencedora, no me cortaba la respiración, pero era apetecible jugar la partida. No sentía ganas de hacer un all in. No esta vez. No era momento de
intentar adivinar las cartas que lleva el otro. No tenía ganas de leer entre
faroles. No pensaba hacer grandes apuestas a ciegas. Ahora quería ser la
banca. Jugar cada partida como jugador y espectador al mismo tiempo, llevarme
algo de cada mano. Quedamos para el miércoles. Quería ver el resto de las cartas. Hagan juego señores.